lunes, 16 de septiembre de 2013

"INFANCIA CRUEL"

Los abusos la acompañaban desde su más tierna infancia. Cualquier excusa era suficiente para una gran paliza que la dejaba magullada, herida e inconsciente por un rato, ahí es donde su padre se marcaba el límite. Así que, comprendido el mensaje aprendió a hacerse la desmayada en el momento justo, no demasiado pronto ya que su padre podría darse cuenta, aún así, a veces eran tan violentas las palizas que no le daba tiempo a fingir y se sumía en una oscuridad muy dolorosa.

Había comenzado a violarla a los nueve años. Las primeras veces habían sido terriblemente agónicas, llegando a desmayarse a causa del dolor, dejándola durante unos días sangrando y dolorida.

Lo que más daño le hacían no eran las heridas físicas, sino las psíquicas. Su madre se mostraba indiferente y consentidora de todas las agresiones que su padre le infringía, sin demostrar ni un ápice de pena por su hija.

Sentía tanto odio por él a causa de todo lo que le hacía, como por ella por permitir que la ultrajase y golpease de esa manera. Daba gracias a Dios de no tener hermanos que pudiesen llegar a sufrir lo mismo que sufría ella.

Las faltas de asistencia en el colegio no parecían preocupar a nadie, sus padres se habían encargado de comunicar al centro, que su hija sufría una enfermedad genética que la obligaba a pasar largas temporadas en la cama presa de grandes dolores musculares, llegando a adornar su cuerpo con morados impresionantes. Se cubrían las espaldas por lo que pudiera pasar, así que nadie daba importancia a los tremendos moratones con los que llegaba a clase en ocasiones. Tantas agresiones habían mermado su carácter haciéndola solitaria, por lo que no se relacionaba con nadie, no tenía amigos. En el colegio la llamaban “la rara”.

Cuando tenía trece años, echó en falta el período, no recordaba cuando le había venido la regla por última vez. Y lo supo, estaba embarazada, dentro de ella crecía un ser, hijo de su padre y no lo quería... El final había llegado, ya no podía soportar más vejaciones ni maltratos, tiraba la toalla ya que no veía salida posible.

Redactó un pequeño diario de su vida en tan solo tres días, detallando las agresiones y violaciones que había sufrido por parte de su padre, sin olvidarse de nombrar la indiferencia y permisividad de su madre hacia todo lo que estaba pasando.

Por la mañana en medio de sus libros metió el pequeño diario que contenía la historia de su triste vida. Al finalizar las clases, esperaría a que su profesora se marchase y lo metería en uno de los cajones de su mesa, para que al día siguiente lo hallase. No tenía intención de morir, sin dejarlos a ellos sin su castigo...

Como había planeado, esperó en el aseo a que el colegio de desalojase y cuando todo estaba en silencio, se acercó a su aula lentamente y comprobó que ya no había nadie. La profesora se había ido, ya no tenía allí ni su bolso ni su chaqueta. Introdujo en el cajón su precioso diario, y abandonó el centro.

Era la primera vez en su vida que se encontraba bien, feliz, radiante... su venganza ya estaba en curso, esperaba que los detuviesen y les diesen el mayor castigo posible, aunque nunca iba a aproximarse a lo que ella había sufrido.

Con suerte al llegar a casa no habría nadie, su padre aún estaría trabajando y su madre tomando alguna cerveza en algún local. Cogería una de las cuchillas de afeitar de su padre y dentro de la bañera se cortaría las venas, no podía ser más doloroso que todo lo que ella había pasado.

Mientras, su profesora que había dejado su móvil olvidado en uno de los cajones, había regresado. Al abrir el cajón lo primero que vio fue un pequeño diario con dibujos de mariposas, cogió su móvil que se había desplazado hacia el fondo y cerró el cajón. Iba a salir de la clase y pensó en ese pequeño block, no era de ella, quizá alguna de sus alumnas se lo había dejado olvidado y alguien lo había depositado allí. Intranquila volvió sobre sus pasos y recuperó el cuaderno.

Comenzó a leer y tuvo que sentarse horrorizada de lo que esas letras le relataban, ahora entendía todo... el comportamiento de la joven, sus faltas constantes de asistencia... Era algo tan atroz que no lograba entender, ¡como unos padres podían llegar a hacer algo así...!

Salió corriendo con intención de dirigirse a casa de la niña, esperaba llegar a tiempo, intuía lo que ella tenía pensado hacer ahora. Mientras subía a su coche, llamó a la policía contando todo lo que sabía y rogando que se presentasen enseguida en el domicilio ya que con toda probabilidad tenía intención de quitarse la vida.

Cuando llegó allí ya había un coche de policía, uno de los jóvenes agentes estaba pidiendo por radio con urgencia una ambulancia. Ella entró en la casa justo en el momento en que el otro agente le estaba envolviendo sus muñecas con unos vendajes, intentando parar la hemorragia. Ya la había sacado de la bañera y la tenía envuelta en una toalla, estaba consciente y con la vista perdida. No pudo menos que acercarse a la pequeña y abrazarla tiernamente, pidiéndole perdón por no haber prestado atención ni haber entendido todos los mensajes que su vida dejaban entrever.


Pasados los meses, la profesora logró lo que siempre había soñado y la vida no le había regalado, ¡una hija! Había conseguido que le concedieran la adopción de la pequeña, ahora era su hija y su obligación era ayudarla a superar su trágica vida. Gracias a Dios había perdido el bebé que esperaba y la ayuda psicológica prestada la estaba ayudando mucho, ahora estaba más feliz. Tan solo faltaba superar la etapa del juicio en el que esperaban les cayesen a los dos pena de muerte, y entonces su vida sería plenamente feliz.

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