viernes, 18 de octubre de 2013

"DESTINO INCIERTO"

El repentino fallecimiento de mis padres, me llevaba hacia un destino por el que no me quería dejar llevar. Mis abuelos paternos habían solicitado mi custodia, y el juez se la había concedido sin tener en cuenta mis argumentos, ellos que jamás se habían preocupado por nosotros ni por mi existencia, aparecían ahora como de la nada reclamándome.

Supongo que su buena situación económica, había tenido mucho que ver. Era una familia rica, muy reconocida y con buena reputación. Mi tía Laura, hermana de mi madre, había perdido el juicio de la custodia, con gran pena para mi.

Aquí en el pueblo lo tenía todo, la casa de mis padres, mis tíos y primos, mi colegio, mis amigos, y sobre todo a Frank. Ya había cumplido los diecisiete, un año más que yo, y era un muchacho divertido, responsable y gran estudiante, sabía que si él quería podría conseguir lo que se le antojase, poseía grandes cualidades que le permitían desarrollar cualquier cosa que se propusiese.

Mis últimos días con él, antes de la muerte de mis padres, habían sido muy especiales, pasábamos mucho tiempo juntos y nuestra amistad había llegado un poco más allá... un primer beso había sellado un amor que hacía tiempo que sentíamos, sin que ninguno se hubiese atrevido a hablar de ello hasta ese momento. Me hacía sentir especial y muy dichosa, pero entonces fue cuando un terrible accidente, hundió mi vida para siempre. Como si no fuese poco la perdida de los seres más importantes de mi vida, ahora me arrebataban todo lo que me quedaba.


Mañana era el terrible día, mis abuelos me vendrían a buscar a primera hora de la mañana, así que después de preparar mis maletas, corrí veloz a encontrarme con Frank. Nos abrazamos sin decir nada, comenzando a llorar a un son melancólico y rabioso. Me iba muy lejos, Charleston se encontraba a quinientos kilómetros del pueblo, lo que iba a dificultar el poder vernos a menudo.

Promesas sinceras volaban en el aire, y le creía, su amor era mío, y aguardaría ansioso nuestros breves encuentros. Parte de las vacaciones escolares las pasaría en el pueblo, el juez consideraba que no debían arrancarme de mis raíces, ni de mi gente, eso no sería bueno para mi, así que permitió que mi tía disfrutase de una custodia casi compartida, en la que ella llevaba la parte más pequeña. Además él buscaría, en cuanto acabase sus estudios, una universidad cerca de Charleston para así poder estar más cerca. Nos despedimos con gran dolor y amargura, a la espera de unos días que con seguridad se nos harían eternos, prometí escribirle en cuanto llegase, para poder tener un contacto aunque fuese mínimo.

La mañana amaneció muy lluviosa, armonizando con el ambiente que allí se respiraba. Mucha gente había venido a despedirme y entre ellos estaba él, mi amor, mi futuro, mi desdicha...

Me despedí de todos de manera rápida e inicié mi partida, no soportaba el dolor que sentía viendo a todos con lágrimas en los ojos, y más especialmente a Frank. Me adentré en el gran coche de alta gama de los abuelos, sintiendo tanto odio hacia ellos que pensé que lo podrían percibir.

El abuelo cogió mi mano intentando tranquilizarme, y sonriendo, expresó palabras de ánimo, diciéndome que allí sería muy feliz, que no dudase en pedir todo lo que me hiciese falta. Ellos me cuidarían mucho, preocupándose de todas mis necesidades. La abuela sin embargo, tenía una dura expresión en su rostro, que intuí que era así por naturaleza, me miró un momento con desagrado y de manera altiva me dijo que secase esas feas lágrimas de mis ojos, que no me iban a llevar a ningún matadero. Me dolió su indiferencia, tan solo era una cría de dieciséis años, que acababa de perder a sus padres y a la que ahora cruelmente, arrancaban de su entorno.

Vivían en una preciosa y gran mansión a las afueras de la ciudad, con un gran terreno alrededor de la misma, en el que solía perderme para llorar en silencio, la abuela me había prohibido terminantemente llorar en su presencia. Era muy dura, y nunca demostró ni un ápice de cariño hacia mí. Continuamente se ensañaba conmigo, diciéndome que mi madre les había robado a mi padre, único heredero de la empresa familiar y todos sus bienes, pensando que quizá había arreglado su vida casándose con él, pero ellos lo habían desheredado, por hacer caso omiso a sus consejos y a sus advertencias, para ellos mi madre era una buscona aprovechada, y yo callada, me tragaba mi dolor... no era así, se querían mucho y el suyo, había sido un amor verdadero.

Me inscribieron en un “colegio de señoritas”, donde debería aprender buenos modales y a ser refinada, además de exigirme unas buenas notas. No los defraudé, siempre había sido extraordinaria en mis estudios y allí no iba a ser menos. No soportaba a esas chicas presuntuosas y orgullosas, pero me respetaban por ser la nieta del hombre más rico de la ciudad. Sus negocios navieros habían sido muy provechosos, enriqueciéndolo en muy poco tiempo.

Nunca me faltó de nada, preciosos vestidos colgaban en mi vestidor, conjuntados con zapatos y botas variadas y de diversos colores. Pero no era feliz, ansiaba estar con Frank, lo necesitaba a mi lado, mis días pesaban como grandes losas de piedra maciza, y aún quedaban dos meses para las vacaciones de invierno, de las cuales, una semana la pasaría en el pueblo.

Nos fuimos escribiendo, preciosas y románticas cartas en las que nuestro amor se fue fortaleciendo a través de nuestras letras deseosas. Me contaba sus vivencias en el instituto y lo que haríamos en cuanto yo regresase. Yo le mentía, diciéndole que estaba bien, que los abuelos eran muy buenos conmigo y que tenía muchas amigas. No quería que se preocupase por mi bienestar, ya la situación en si, era bastante tortura.

Pasaron dos años así, con breves encuentros que aprovechábamos al máximo, disfrutando de unos días felices, dando paso después a la amargura de la despedida. Frank consiguió una beca en la Universidad de Charleston, quería hacer arquitectura y yo sabía que tenía cualidades de sobra para conseguirlo. Comenzamos a vernos más a menudo, afianzando nuestra relación, con la firme promesa de casarnos en cuanto el acabase la carrera y encontrase un puesto de trabajo.

La abuela seguía renegando de mí, haciendo caso omiso de cualquier cosa que yo les contase, así que no sabía como poder hablarle de Frank. El abuelo sin embargo, era cariñoso conmigo, y en alguna ocasión me pidió que no guardase rencor hacia ella, había sufrido mucho cuando mi padre se había ido de casa, convirtiéndola en una dura mujer con malos sentimientos hacia los demás, pero que realmente, me quería. Cosa que dudé, sus ojos no me decían eso, más bien detectaba una tremenda rabia hacia mi. Le hablé a él, de Frank, de nuestros sentimientos y nuestras vistas de futuro. El, cogiéndome las manos, me dijo que él mismo se preocuparía de decírselo a la abuela, pero que antes, quería conocerlo, no iba a permitir que me casase con un muchacho cualquiera, tenían una reputación que deberían de cuidar, gracias a Dios, la carrera que había elegido, al abuelo le había complacido, y a través de sus contactos en el futuro, podría conseguirle un buen puesto de trabajo.

Concertamos una primera visita para ese miércoles, la abuela tenía reunión, como todas las semanas, con sus amigas, para jugar al bridge. Llegó puntual a la cita, con aspecto intachable, sus modales eran correctos y naturales, y pareció agradar al abuelo. Pasamos la tarde charlando, primero de cosas instrascendentales, supongo que el abuelo, quería cogerlo en algún punto flaco, cosa que no consiguió. Después le preguntó que esperaba del futuro para él. Y respondiendo con seguridad, le dijo que esperaba una vida conmigo, cuidándome y protegiéndome, sin que nada me faltase. Para ello buscaría un buen trabajo con un buen sueldo, quería la mejor vida para nosotros. El abuelo entusiasmado, le dio un fuerte apretón de manos, ¡le había dado el visto bueno! Sonreí hacia Frank, intentando aportarle seguridad.

Lo demás llegó de manera desencadenada, el abuelo se preocupó de hablar con la abuela, dando un buen voto a favor de Frank, intuía un buen futuro para los dos, asegurándole que no era un hombre interesado. Finalmente ella aceptó nuestro compromiso. Pero la vida es muy cruel en ocasiones, y nos enfrenta a duros tragos difíciles de superar. La muerte se ceñía otra vez sobre mi vida. Un atraco cerca del campus, dejó a Frank herido de muerte, cuando lo encontraron, estaba con un soplo de vida, había perdido mucha sangre y ya nada pudieron hacer por él.

La tinieblas se cerraron sobre mi, sumiéndome en una tristeza abismal, dejándome caer en una gran depresión. El abuelo preocupado, comenzó a invitar a la casa, al hijo de un amigo, sabía que estaba interesado en mi desde el primer día que me había visto y confiaba en que él fuese capaz de sacarme de aquel agujero en el que me hallaba sumida. Las primeras veces, no quise bajar a estar con ellos, me quedaba aislada en mi habitación con mis pensamientos, era lo único que me apetecía hacer. La abuela sin embargo, jamás demostró un mínimo sentimiento de lástima o de cariño hacia mi.

Una tarde enfadado el abuelo, me obligó a bajar con ellos para tomar un café. No podía seguir pasando mis días aislada del mundo, eso me mataría, necesitaba rodearme de gente para intentar superar esa pérdida que me torturaba.

A desgana, bajé a la sala, y en cuanto lo vi algo nuevo brotó en mi interior. Unos preciosos ojos azules, llenos de dulzura escrutaban mis pasos vacilantes. Eran transparentes y denotaban una persona romántica y llena de bondad. Se puso en pié cuando el abuelo nos presentó, y cogiendo mi mano con cuidado, murmuró un encantado que penetró en mis oídos recorriendo todo mi cuerpo.

Me hizo sentir a gusto en su compañía, y al mismo tiempo me sentía mal por Frank, pero sabía que él querría que buscase mi felicidad. Comencé a frecuentar de su compañía cada tarde que venía a nuestra casa, creando un lazo de amistad, que muy pronto creció dando lugar a unos sentimientos que parecían mutuos.

Pronto comenzamos a salir, y dejándome llevar por esos sentimientos que comenzaba a sentir, descubrí a una gran persona, cariñosa y detallista. En un año estábamos prometidos, poniendo enseguida fecha para nuestra boda.

La abuela parecía satisfecha con este compromiso, llegando incluso a descubrir en su boca algo parecido a una sonrisa, la tarde que estábamos preparando las invitaciones de boda.

La vida parecía sonreírme ahora, aunque sabía, que Frank estaría siempre en mi corazón, un trocito era para él...

2 comentarios:

  1. Sufrió y sufrió, pero no renunció a la vida...tus finales vuelven a resurgir al lector en el camino de la lucha y esperanza.

    Besos muchos ♥♥♥

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  2. jajajajaja, si es cierto, y así soy yo, luchadora hasta la médula, Un beso grande amiga!!!

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