sábado, 12 de octubre de 2013

"SUPERVIVENCIA"

Fuertes explosiones nos despertaron aquella mañana de domingo. Miriam y yo nos levantamos asustados asomándonos a la ventana de nuestro dormitorio, desde la que pudimos apreciar distintos incendios repartidos en varias zonas de la ciudad.

El llanto de Lara y Pablo, nuestros hijos nos arrancó de aquella visión espantosa, acercándonos a su cuarto los cogimos en brazos y nos reunimos en el salón que gozaba de un gran ventanal que nos regaló la escena más dantesca que jamás hubiésemos imaginado ver.

Distintos estallidos se estaban sucediendo en puntos dispares, retumbando en nuestros oídos el brutal estruendo que causaban, los niños estaban muertos de miedo y no hallábamos la forma de consolarlos.

Aviones de guerra sobrevolaban nuestro cielo, dejando caer de forma aleatoria bombas a su antojo. ¿Quién nos estaba atacando? ¡No nos hallábamos metidos en ningún conflicto bélico!

Acordamos salir del piso, no estábamos seguros en él, en cualquier momento podría caer algún artefacto haciendo saltar por los aires toda la construcción. Claro que en la calle no lo íbamos a estar mucho más, pero deberíamos buscar algún refugio.

El ambiente en la calle era desolador, muertos por todas partes, edificios destruidos y personas corriendo sin saber hacia donde dirigirse.

Seguían sonando bombardeos, ahora más alejados, así que echando a andar nos encaminamos hacia el ayuntamiento, con seguridad dispondría de algún tipo de refugio subterráneo en sus sótanos.

Una vez allí todo parecía muy confuso, había más gente que como nosotros habían pensado en ese lugar tratando de buscar un poco de seguridad, pero las noticias no eran buenas, se decía que todo era una táctica política para iniciar la recuperación económica del país, no podía creer que nuestros gobernantes pusieran en peligro nuestras vidas, por salvar su cuello.

Nos acoplamos todos allí, sin agua, sin alimentos, sin ropa de abrigo... toda una vida trabajando para tener algo, lo mínimo para poder sobrevivir para que una panda de malnacidos con corbata nos arrebatara todo lo nuestro. Las cosas no pintaban bien, a lo largo del día seguimos escuchando aviones que se dedicaban a devastar todo lo que tenían a su alcance. Aquel refugio parecía seguro, y en cuanto todo pareció tranquilizarse un poco, salimos unos cuantos hombres en busca de las necesidades mínimas de las que allí requeríamos.

No nos costó encontrar todo lo que buscábamos, los supermercados que encontramos de pié, estaban con sus puertas abiertas y aprovechamos para llenar varios carros con las cosas más imprescindibles, incluso algún medicamento. Alguien consiguió una radio y por medio de ella, a través de una emisora del país, relativamente alejada de la ciudad, nos enteramos de que, según el gobierno todo había sido causa de un atentado terrorista, y no se había ceñido tan solo a nuestra ciudad, en distintas de todo el ámbito nacional se habían sucedido los ataques.

No nos lo creíamos, los terroristas actuaban de manera puntual, no en sucesivos ataques, jamás con aviones de guerra y mucho menos atacar de esa manera a los civiles sin que ningún alto cargo sufriese daños y en un territorio tan amplio...

El día siguiente lo pasamos allí dentro, por si acaso se repetían los bombardeos, pero el día transcurrió tranquilo, y las noticias de la radio daban por finalizada la agresión al país.

Después de ese día, las aguas volvieron a su cauce, pudimos regresar a nuestros domicilios. Los que habíamos tenido la suerte de que se mantuviese en pie éramos afortunados, ya que la inmensa mayoría habían perdido sus hogares.

Sí, es cierto que el país creció de manera vertiginosa, pero no habían sido las maneras, muchas familias tuvieron que comenzar de cero su vida. En nuestro caso tuvimos mucha suerte, nuestra vivienda había quedado intacta y mi trabajo también, era un funcionario de correos al que no había afectado demasiado la situación vivida, más que por una decena de edificios y casas que habían desaparecido. En el caso de mi mujer nada había cambiado, ya que desde que había nacido nuestro hijo mayor hacía cuatro años, había dejado su oficio de administrativa en una gran empresa de comunicaciones, para dedicarse a tiempo completo a ellos. Y nuestros hijos, con seguridad por su corta edad, enseguida olvidaron los días vividos.

Un nuevo futuro se presentaba, y deseábamos y esperábamos que en esta ocasión, nada se volviese a inmiscuir en la rutina diaria de los ciudadanos.



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